In summary
El último campamento para bomberos menores de edad de California podría cerrar. Aunque los críticos cuestionan el poner a los jóvenes reclusos en peligro por tan sólo $1 la hora, quienes apoyan el campamento sostienen que es uno de los pocos modelos de efectividad comprobada en materia de rehabilitación.
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A sus 16 años, Antoinio Wellington ingresó en el sistema de justicia para menores de California por robo a mano armada y agresión con un arma mortal. A sus 19 años, había cumplido los dos años restantes de su condena en el Campamento de Conservación para menores de Pine Grove, un centro sin vallas, donde se capacita a bomberos situado en las laderas de la Sierra Nevada, en el condado de Amador.
Allí, en el bosque, aprendió a emplear motosierras y a crear cortafuegos, habilidades que le permitieron conseguir trabajo como bombero forestal del Servicio Forestal de los Estados Unidos a los pocos meses de su liberación.
Wellington, quien ahora tiene 24 años, atribuye su transformación al campamento, llamándose a sí mismo “prueba viviente” de que el campamento cumple su cometido. Regresa varias veces al año para orientar a los reclusos actuales. Dice que “sin esa orientación, sin ese liderazgo, sin las habilidades de trabajo aprendidas y sin poner empeño” bien podría volver a quedar tras las rejas.

Conforme regrese la temporada de incendios California probablemente verá la desaparición de Pine Grove, el campamento para bomberos menores de edad del estado donde se capacita a jóvenes reclusos para combatir incendios forestales. Quienes apoyan el campamento alegan que es uno de los pocos modelos de eficacia comprobada a la hora de rehabilitar a los reclusos; un espacio donde los infractores menores de edad pueden esforzarse para reducir sus condenas y hallar su norte una vez que se reincorporan a la sociedad. Otros esperan que el cierre del campamento induzca liberaciones anticipadas.
El campamento se ha convertido en víctima del déficit presupuestario del estado de 54,000 millones de dólares, ya que el gobernador Gavin Newsom y los legisladores procuran ahorrar en todos los departamentos. De acuerdo con la propuesta actual, el estado cerraría todos los correccionales para menores, incluido el campamento de bomberos, para ahorrar inicialmente unos 11 millones de dólares. Unos 800 infractores menores de edad que están en manos del Departamento de Justicia de Menores serían entregados a los departamentos de libertad condicional de los condados con el fin de que permanezcan en sus comunidades y estén más cerca de sus familias.
Quienes abogan por una reforma del sistema de justicia tienen sentimientos encontrados sobre la utilización de los reclusos para combatir los incendios forestales, ya que, si bien pueden proporcionarles capacitación, ellos ponen en peligro sus vidas prácticamente sin remuneración. Aunque Pine Grove cierre, el estado continuará dirigiendo más de tres docenas de campamentos de bomberos para reclusos adultos.
A pesar de ellos, quienes apoyan el campamento, incluido Wellington, dicen que vale la pena mantener abierto el campamento de jóvenes por el bien de los reclusos y de la comunidad que lo rodea.
Cuando el condado de Amador se enfrentó al violento incendio de Butte en 2015, los funcionarios locales afirmaron que un cortafuegos, un claro en la vegetación que logró frenar la propagación del incendio, salvó a ese condado. Ese cortafuegos fue creado por los reclusos del campamento.
“Creo que el cierre del campamento es una idea terrible”, declaró Wellington. “Lo único que logrará es que haya más jóvenes encarcelados en lugar de miembros más productivos de la sociedad”.
Un condado rural que apoya el campamento
La comunidad de Pine Grove apoya el campamento de bomberos y a sus 70 reclusos. En la década de los 90, autobuses llenos de residentes del condado se reunieron en el Capitolio estatal para salvar el campamento de los recortes presupuestarios. Su activismo tuvo éxito, lo que ha permitido que el campamento siga en funcionamiento.
Los residentes tratan a los reclusos como héroes, animándolos con una gran ovación en los desfiles del 4 de julio y del Día de la Conmemoración de los Caídos.
“Así es como quiero que se invierta el dinero de mis impuestos”, declaró Laura Imperial, una peluquera que ha participado por décadas en un consejo asesor de ciudadanos del campamento. “No quiero que se gaste para que vayan a una prisión para adultos y estén allí sin hacer nada”.
“ASÍ ES COMO QUIERO QUE SE INVIERTA EL DINERO DE MIS IMPUESTOS”.
Laura Imperial, propietaria de un negocio en Pine Grove que sirve de enlace entre la comunidad y el campamento
A diferencia de otros correccionales para menores que se asemejan más a las prisiones de adultos, el campo no tiene cercas, alambre de púas ni torre de vigilancia. Los reclusos de Pine Grove, quienes deben tener al menos 18 años para combatir incendios, aprenden a soldar, a usar motosierras y a operar maquinaria pesada como los montacargas. Las cuadrillas de obreros reciben entrenamiento de los bomberos de CalFire y practican miles de horas al año en actividades de extinción de incendios, señaló Mike Sicilia, vocero del Departamento de Correccionales y Rehabilitación del estado, quien supervisa la división de justicia para menores.
El año entrante se estrenará un documental sobre este campamento financiado con fondos privados.
Cambio en el sistema de justicia para menores de California
Existe un debate permanente sobre cómo tratar a los infractores menores de edad, en particular en el momento en que las protestas nacionales buscan cambios institucionales en el trato que dan las fuerzas del orden público a los afroamericanos, quienes están sobrerrepresentados en el sistema penitenciario.
Hay quienes sostienen que resulta más rehabilitador si se permite a los infractores menores de edad permanecer cerca de su familia y de organizaciones de base comunitaria. Otros sostienen que se los debería apartar de las pandillas y de otras influencias negativas. En algunos correccionales, los reclusos son separados por raza y por su afiliación a una pandilla.
A los activistas en favor de una mayor justicia para los jóvenes les preocupa que la rápida decisión del estado de abolir el Departamento de Justicia de Menores pueda conducir inintencionadamente a que se remita a más infractores menores de edad a prisiones para adultos. De conformidad con la ley del estado, los jóvenes de 16 y 17 años podrían ser trasladados a prisiones para adultos.
“Me puedo imaginar a muchos chicos cometiendo lo que en teoría es legítimamente un asalto, pero que en realidad podría ser el hurto de un teléfono, y que resultaría en que se los transfiera al sistema de adultos”, señaló Frankie Guzmán, director de la Iniciativa de Justicia para menores del Centro Nacional de Derecho de los Menores en Oakland.
Guzmán, quien trabajó seis años en el sistema de menores, expresó que el estado necesita analizar su plan de entregar cientos de jóvenes infractores a los agentes del orden público del condado. Antes de que la pandemia sacudiera el estado, el gobierno de Newsom intentó despenalizar el programa transfiriendo el departamento a la Agencia de Salud y Servicios Humanos. La oficina del gobernador no respondió a una solicitud de comentarios sobre su cambio de opinión.
Los conservadores se oponen al recorte
Ahora, los residentes del condado de Amador acuden de nuevo a la defensa de la institución.
“Este campamento es un ejemplo destacado de la rehabilitación de estos jóvenes”, declaró Patrick Crew, presidente de la Junta de Supervisores del condado de Amador, quien envió una carta al gobernador y a los legisladores del estado instando a que el campamento permanezca abierto.
Incluso los conservadores de la zona se oponen al cierre del campamento.
“Este no es un rubro para hacer recortes en el presupuesto excesivamente inflado de California”, escribió el asambleísta Frank Bigelow, republicano de Madera, en un comunicado por correo electrónico. “Este programa mitiga los daños causados por incendios forestales catastróficos, protege el agua potable para los californianos y proporciona formación laboral para jóvenes desfavorecidos”.

El senador estatal Andreas Borgeas, republicano de Fresno, se hizo eco del sentimiento de Bigelow: “Pine Grove brinda a los jóvenes habilidades laborales y oportunidades educativas para que contribuyan a la economía de nuestro estado”.
La ética que respalda los campamentos de bomberos
Pine Grove es el correccional de menores más pequeño y barato, cuyo costo de funcionamiento se estima en unos 5 millones de dólares al año. El estado gasta unos 70,000 dólares por recluso, pero eso es una pequeña fracción del costo en otras instituciones.
En comparación, el correccional de menores de Stockton gasta unos 160,000 dólares por cada joven infractor, según los informes del departamento.
No obstante, los campamentos de bomberos han recibido tanto elogios como críticas, especialmente por parte de aquellos que prestan servicios en el campamento y que luego tienen problemas para encontrar trabajo como bomberos. Para mejorar la posibilidad de ser contratados, la asambleísta Eloise Reyes, demócrata de Colton, ha propuesto un proyecto de ley para acelerar el proceso de liberación de los reclusos que cumplen con éxito su función en los campamentos de bomberos.
Algunos cuestionan la ética de los campamentos. A los reclusos se les paga un dólar por hora por su labor de combate ante un feroz incendio.
“SI LOS ENVIAMOS A UN CAMPAMENTO DE BOMBEROS Y DECIMOS QUE SON BUENAS PERSONAS, ¿POR QUÉ SIGUEN EN PRISIÓN?”
Jay Jordan, director ejecutivo de la organización Californians for Safety and Justice
“¿En qué universo estamos? Si vas y arriesgas tu vida, es muy posible que mueras”, declaró Jay Jordan, director ejecutivo de Californians for Safety and Justice, quien es además un defensor de los derechos humanos que ha estado en prisión. “Si los estamos enviando a los campamentos para bomberos y decimos que son buenas personas, ¿por qué siguen en prisión?”
Sin embargo, para algunos exreclusos, la experiencia del campamento quizá les brinde un sentido de dirección y les enseñe a ser tolerantes.
“Me cambió la vida”, comentó Jesús Hernández, de 24 años, quien pasó tres años en Pine Grove. “Cada semana, cuando iba a trabajar con esos capitanes, aprendía algo y adquiría algo”.
Aprendió a mirar más allá de la raza y el credo de la gente.
“En el campamento no les importaba quién eras”, afirmó Hernández. “Podías ser negro, blanco, mexicano, asiático. Si no nos caíamos bien, nos ponían en el mismo grupo, y aprendíamos a caernos bien”.
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