In summary
El Gobernador Gavin Newsom describió recientemente el Valle Central como su “mayor área de preocupación” y envió tres de sus “equipos de ataque” contra el coronavirus para ayudar a los funcionarios locales a detener la propagación allí.
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Tenía miedo de contraer el coronavirus. Tanto miedo tenía, de hecho, que se cambió de trabajo y empezó a empacar tomates para un empleador que parecía estar tomando las precauciones adecuadas.
Pero María Claudia García se enfermó de todos modos.
Ella es una trabajadora agrícola procedente de Venezuela que vive en el pueblo de Mendota, en el Valle Central de San Joaquín, quien se enfermó gravemente de COVID-19. Sintió intensas fiebres y dolores de cabeza. Perdió el sentido del olfato y del gusto. Su marido, quien también es un trabajador agrícola, se enfermó al igual que ella.
Hablando en español, resumió así los estragos que le ha causado el coronavirus: “Es como si tu cuerpo ya no fuera tuyo”.
García es una de los casi 19,000 residentes que se han enfermado en el condado de Fresno, a mediados de julio, más o menos cuando la pandemia comenzó a azotar fuertemente el Valle Central. A las pocas semanas de que García se sintiera afectada, la coordinadora del grupo de trabajo contra el coronavirus del gobierno de Trump, la doctora Deborah Birx, denominó al Valle Central como uno de los peores epicentros del COVID-19 en los Estados Unidos.
Ignorado por mucho tiempo, y a menudo ridiculizado como “la otra California”, el Valle Central está finalmente en la mira pública, pero por todas las razones equivocadas. El Gobernador Gavin Newsom describió recientemente el Valle Central como su “mayor área de preocupación” y envió tres de sus “equipos de ataque” contra el coronavirus a la región para ayudar a los funcionarios locales a detener la propagación.
Sin embargo, algunos creen que esa región podría aprovechar el aumento de contagios de coronavirus, y hacer uso de la atención y los recursos recibidos no sólo para vencer la pandemia, sino también para lograr mejoras significativas en una región plagada durante décadas por bajos salarios, deficiencia de viviendas, acceso irregular a la atención de la salud y problemas ambientales desenfrenados.
“Tenemos la atención del país, y parece que contamos con una voluntad política incipiente como para realizar cambios estructurales reales que permitan apoyar a las personas que nos alimentan”, dijo Ildi Carlisle-Cummins, jefa del Instituto de Estudios Rurales de California, un grupo de investigación y defensa con sede en Davis.
“Me siento esperanzada. Aún cuando no le importe a alguien la dignidad humana, todos deberíamos darnos cuenta de que la base de nuestro sistema alimentario enfrenta un grave riesgo”, dijo Cummins.
Ya se ha presentado legislación para mejorar los créditos fiscales destinados a estimular el desarrollo de mejores viviendas para los trabajadores agrícolas. Quienes propusieron dicha legislación dicen que las viviendas superpobladas en las que habitan son caldo de cultivo para el virus.
Sin embargo, queda por ver cómo la pandemia cambiará el modelo del Valle Central. El COVID-19 está ejerciendo una presión considerable sobre la agricultura, de una manera que podría perjudicar a los trabajadores agrícolas con el tiempo. Por ejemplo, podría acelerar la mecanización de las prácticas agrícolas en el Valle Central, ya que los agricultores tratan de reducir su dependencia de la mano de obra del campo.
“Hay un nuevo y enorme interés en la mecanización”, dijo Phil Martin, un economista de trabajo agrícola en UC Davis.
El Valle Central presenta un sinnúmero de aspectos que hay que cambiar. Sobrecargado por los bajos salarios que son típicos del sector agrícola, sus tasas de desempleo y de pobreza son considerablemente más altas que las del resto del estado. Comparado con otras regiones californianas, sus estudiantes tienen dificultades para terminar la escuela secundaria y pasar a la universidad.
“Lo que estamos viendo es que la pandemia ha resaltado las omnipresentes desigualdades sociales y estructurales que están afectando de manera desproporcionada a las minorías raciales y étnicas”.
SERGIO AGUILAR-GAXIOLA, CENTRO DE REDUCCIÓN DE DISPARIDADES DE SALUD DE UC DAVIS
El Valle Central cuenta con su propia página en el sitio web de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, un triste testamento para una región donde el agua potable a menudo está contaminada con nitratos y arsénico y el aire contaminado ha dado lugar a áreas con problemas de asma y otras enfermedades respiratorias.
En la actualidad, este se está viendo afectado por la peor crisis de salud pública en un siglo, una enfermedad que ha puesto al descubierto las grandes desigualdades que preceden a la pandemia.
En una región en la que los latinos de bajos ingresos y más vulnerables suelen vivir en espacios reducidos, van al trabajo en vehículos abarrotados, no hablan inglés y son indocumentados, el coronavirus está ensanchando el abismo entre los ricos y los pobres.
Un breve ejemplo: Apenas la mitad de los trabajadores agrícolas de California indican que sus empleadores les proporcionan mascarillas, según una encuesta reciente del Instituto de Estudios Rurales.
“Este es un gran momento”, dijo el Dr. Sergio Aguilar-Gaxiola, jefe del Centro de Reducción de Disparidades de Salud de UC Davis. “Lo que estamos viendo es que la pandemia ha resaltado las omnipresentes desigualdades sociales y estructurales que están afectando de manera desproporcionada a las minorías raciales y étnicas”.
Sin embargo, en el Valle Central, el cambio suele ser lento, y existe un considerable escepticismo sobre si una mera pandemia pueda provocar cambios fundamentales en la dinámica social, política y económica que ha asolado a la clase baja agrícola de la región durante décadas.
“Desafortunadamente, creo que eso es sólo un espejismo”, dijo Armando Elenes, secretario-tesorero de la Unión de Trabajadores Agrícolas (UFW).
La UFW se involucró en una disputa en una planta de pistachos del condado de Kern donde docenas de trabajadores se han contagiado, dos han muerto, y varios fueron despedidos o descendidos de sus cargos por expresar su descontento.
“Muchos de ellos tienen un gran temor de perder su trabajo, por lo que no quieren decir nada”, dijo Elenes.
Cómo el Valle Central depende de la agricultura
La agricultura es la base de la economía del Valle Central y el orgullo de su gente. Los agricultores del Valle Central constituyen el corazón del sector agrícola del estado con una participación de 50 mil millones de dólares al año, quienes se encuentran entre los líderes de la nación en la producción de almendras, uvas, productos lácteos y más.
Pero el sector agrícola del Valle Central parece haber caído en las garras de la pandemia, tanto como el resto del país.
En mayo, 174 empleados se contagiaron con el virus en dos plantas de alimentos congelados de Ruiz Foods, en el condado de Tulare, obligando a que se establezca una reducción temporal de la capacidad de producción. Ese mismo mes, dieron positivo las pruebas de casi 200 empleados de la Central Valley Meat Co. en Hanford. En poco tiempo el virus había sido contraído por docenas de trabajadores de la planta de procesamiento de pistachos de Primex Foods en Wasco, Condado de Kern.
Los aproximadamente 1,200 granjeros lecheros del estado pasaron por otro tipo de retos. El cierre de escuelas y restaurantes detuvo gran parte de la u demanda de sus productos, impulsándolos a reducir la producción y en algunos casos a sacrificar sus rebaños. Los granjeros de California incluso se deshicieron de alrededor del uno por ciento de sus suministros.
Cuando los restaurantes comenzaron a reabrir, la demanda se disparó, y los granjeros no estaban listos para cumplir con todos los pedidos. Los precios se dispararon y se produjo una escasez de algunos productos lácteos.
“Las vacas no son como un grifo; no puedes simplemente volver a abrirlas”, dijo Annie AcMoody, economista de Western United Dairies, un gremio comercial de Modesto.
Sin embargo, por todo ello, la producción agrícola “ha resistido”, dijo Daniel Sumner, un economista agrícola de UC Davis. “Solo teníamos cosas que duraban poco tiempo; cuando ibas de compras por la tarde, ya no había huevos”.
Pero la pandemia sigue planteando desafíos para los agricultores del Valle Central y los procesadores de alimentos.
Ruiz Foods ha instituido “el uso obligatorio de mascarillas, una higiene estricta”, controles frecuentes de temperatura y otras medidas desde el brote de mayo en sus dos plantas del condado de Tulare, dijo Stephen Coale, vicepresidente sénior, en una declaración enviada por correo electrónico.
Dijo que en la compañía “se han reportado unos pocos casos” desde mayo, pero que todos son “rastreables a exposiciones fuera del trabajo, tales como en reuniones familiares”.
La situación en Primex ha sido mucho más polémica. Los trabajadores hicieron al menos una huelga salvaje para protestar por las condiciones en la planta de pistachos del condado de Kern. Elenes, la funcionaria de la UFW, dijo que en determinado momento Primex cobraba a los empleados 8 dólares por mascarilla. Los empleados que han estado en la primera línea de las protestas fueron objeto de descensos o despidos, dijo.
Aunque la planta no está sindicalizada, la UFW ha presentado demandas formales contra Primex ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales.
Los funcionarios de la compañía no respondieron a las solicitudes de comentarios. En su sitio web, Primex dice “pedimos a nuestros empleados que usaran máscaras en público, antes de que fuera un mandato del Estado de California” y que tomó otras medidas, como instituir un programa de pruebas de detección en el lugar e instalar divisores de acrílico para separar a los trabajadores.
Cómo afecta la pandemia del COVID-19 a la agricultura
En la Bowles Farming Co., que cultiva almendras, tomates, sandías, entre otros cultivos en el área de Los Banos del Condado de Merced, la pandemia comenzó como algo que no era preocupante.
“Nos sentíamos bastante aislados porque el número de casos a nuestro alrededor era mínimo”, dijo Cannon Michael, CEO de Bowles, uno de los agricultores más prominentes del Valle Central.
Pero pronto quedó claro que Bowles necesitaba hacer algo al respecto. “Muchos trabajadores se desplazan al trabajo juntos, mucha gente vive en estrecha proximidad”, dijo.
Eso implica llevar desinfectantes para las manos y más artículos de limpieza. La sala de descanso ha sido cerrada. Cuando los trabajadores quieren charlar, se reúnen en el taller de máquinas, donde pueden mantener más distancia entre uno y otro más fácilmente. Se ha tenido especial cuidado con los 20 trabajadores y sus familiares que habitan en las viviendas de la granja de Michael.
“Somos un sector esencial”, dijo Michael. “El estado nos pide que sigamos trabajando en estas difíciles condiciones”.
Parte del problema, dijo, es que algunos de sus empleados se están tomando la pandemia más seriamente que otros. Algunos de ellos “siguen la ley al pie de la letra, mientras otros adoptaron una actitud más relajada”, dijo Michael. “Cuando se van a casa, no podemos realmente vigilar lo que hacen”.
“Muchos trabajadores se desplazan al trabajo juntos, mucha gente vive en estrecha proximidad.”
CANNON MICHAEL, CEO DE BOWLES
La pandemia ha creado otros desafíos. Algunos de ellos parecen pequeños, pero pueden resultar caros.
Veamos el caso del colapso de los sectores de restaurantes y servicios de comida, que son un mercado clave para la cosecha de cebollas de Michael. Esos clientes compran cebollas a granel, o sea ventas en bolsas grandes. Con el fin de salvar su negocio de cebollas, ahora se centra en el suministro a los supermercados, los que insisten en las ventas en bolsas más pequeñas, de tamaño minorista.
¿No importa mucho? Le ha costado unos 300 mil dólares en nuevas máquinas de embolsar además de otros suministros.
A largo plazo, cree que la pandemia está exacerbando las presiones económicas que enfrenta la agricultura del Valle Central. Señaló que se espera que la controvertida ley de conservación de las aguas subterráneas de California, conocida como SGMA, reduzca con el tiempo el equivalente a la producción en medio millón de acres de tierras agrícolas del Valle Central. Una buena parte de esa producción podría trasladarse a México, dijo.
Como se den las cosas, “pienso que la agricultura en California empleará menos gente”, dijo Michael.
Enfermedades de los trabajadores del campo: Una historia familiar
María Claudia García había estado trabajando en Kerman, empaquetando frutas, cuando se enteró de que algunos de sus compañeros de trabajo habían contraído COVID-19.
No fue particularmente sorprendente para ella. La planta de empaque estaba llena de gente, especialmente en el almuerzo, con trabajadores amontonados de lado a lado en pequeñas mesas de picnic.
Así que renunció, y aceptó un trabajo a media hora de distancia en Firebaugh empacando tomates. Las cosas se sentían más seguras, ya que los trabajadores estaban algo separados durante las pausas para el almuerzo y se distribuía ampliamente desinfectante de manos.
Pero aun así, había riesgos. Las mascarillas no se distribuían regularmente. Todo el mundo se apiñaba en los baños durante sus descansos.
No está claro exactamente cómo se enfermaron ella y su esposo Germán. Todo lo que sabe es que ambos han perdido cuatro semanas de sueldo y tienen que depender de amigos para ayudar a cubrir el alquiler.
Una vez que esté libre de COVID-19, García podrá volver al trabajo. Pero la mujer que normalmente cuida de su hijo de 4 años renunció por miedo a enfermarse. Si García no encuentra una guardería pronto, tendrá que quedarse en casa con el niño. La mitad de los ingresos familiares desaparecerán.
“Será lo mismo una y otra vez”, dijo.
Es una historia que se repite a lo largo del Valle Central. Los latinos, que constituyen el 39% de la población de California, representan el 59% de los casos de coronavirus y el 47% de las muertes.
En el condado de Fresno, uno de los pocos condados del Valle Central que desglosa sus casos por grupos étnicos, los latinos representan el 60% de las muertes.
La pandemia ha puesto de manifiesto problemas de larga data en el acceso a la atención médica entre los latinos de las zonas rurales. Cerca de dos tercios de los que murieron por COVID-19 en el área de Fresno también tenían diabetes o hipertensión, según el departamento de salud del condado.
La mayoría de los trabajadores agrícolas dicen que no pueden pagar el tratamiento y no tienen seguro, según una encuesta reciente del Instituto de Estudios Rurales de California.
¿Y qué pasa si se enferman? Aunque el estado ha ordenado hasta 80 horas de licencia por enfermedad pagadas, la mayoría de los trabajadores agrícolas todavía no saben nada al respecto, dijo Nayamin Martínez, director de la Red de Justicia Ambiental de California Central.

¿Puede California responder a los problemas del Valle Central?
También hay una dimensión política en el problema. Los trabajadores indocumentados están muy reacios a cooperar con las autoridades gubernamentales o las instituciones de salud en un momento en que temen ser detenidos por los agentes de inmigración.
“Cada vez que se empuja a una comunidad más y más hacia la clandestinidad y de repente se espera que se comprometan plenamente con el gobierno, esas no son expectativas realistas”, dijo Tania Pacheco-Werner, socióloga del Estado de Fresno.
Sin embargo, Newsom y otros funcionarios electos dicen que están tratando de mejorar las vidas de los trabajadores agrícolas.
A finales de julio, el gobernador anunció una serie de programas de divulgación y educación dirigidos a los trabajadores agrícolas. Además, dijo que el estado apoyará una iniciativa de “viviendas para la cosecha” para crear viviendas temporales de cuarentena en hoteles y moteles para los trabajadores agrícolas contagiados. Se espera que el programa albergue al menos a 1,000 trabajadores tan solo en el condado de Fresno.
Mientras tanto, dos asambleístas demócratas, Robert Rivas de Hollister y Eduardo García de Coachella, han propuesto un paquete de proyectos de ley que, entre otras cosas, fomentaría la disponibilidad de más viviendas para los trabajadores agrícolas.
Su legislación ampliaría el programa de Crédito Fiscal de Asistencia a la Vivienda para Trabajadores Agrícolas de California.
“Debemos tomar medidas para aliviar las condiciones de hacinamiento en las viviendas que dejan a los trabajadores agrícolas y sus familias en constante riesgo”, dijo Rivas en una declaración preparada el mes pasado. “Una vez que un miembro de estos hogares hacinados se infecta o se expone, es demasiado tarde”.
Sin embargo, la vivienda de los trabajadores agrícolas no mejorará de la noche a la mañana. Sumner, el economista de UC Davis, dice que encabeza la lista de “cosas que son caras de cambiar”.
Sacar a los trabajadores agrícolas de los espacios reducidos en los que habitan podría requerir un aumento significativo de los sueldos, dijo Sumner, tal vez más allá del salario mínimo. “Hagan ricos a los trabajadores agrícolas y van a vivir en viviendas suburbanas”, dijo.
El trabajador agrícola promedio de California gana 18.000 dólares al año, según el Instituto de Estudios Rurales.
Sin embargo, probablemente hay poco incentivo para promulgar grandes aumentos de sueldo ahora que la pandemia ha hundido la economía. La tasa de desempleo de Fresno, por ejemplo, era del 14,6% en junio, más del doble de lo que era hace un año.
Sumner dijo que cuando la economía estaba fuerte algunos trabajadores agrícolas pudieron dejar la agricultura para obtener mejores trabajos. Ahora esas oportunidades han disminuido.
“Están de vuelta en los campos”, dijo.
Este artículo forma parte del proyecto California Divide, una colaboración entre salas de redacción que analizan el tema de la desigualdad de ingresos y la supervivencia económica en California.
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