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Es una tarde de lunes calurosa y el aire acondicionado de Alma Jimenez está funcionando a toda velocidad en la habitación en la que su hijo de 7 años, Abraham, “va” a la escuela virtual en su apartamento de Concord. Jimenez prepara la videollamada y se sienta a unos metros de distancia, lista para intervenir si Abraham se desconcentra, como ella sabe que sucederá.  Ella pasará las siguientes seis horas atendiendo las necesidades educacionales de Abraham.

A diferencia de algunos padres, Jimenez no puede trabajar desde su casa. Ella es una trabajadora de limpieza. Ella también es madre soltera. Y las facturas se están acumulando. 

“La COVID-19 me tiene tomada del cuello,” dijo ella en voz baja en español.

Hasta la pandemia, Jimenez estaba criando ella sola un niño astuto y bilingüe, ganando aproximadamente $22,000 por año. El trabajo todavía es de ella, y ella lo necesita más que nunca, pero no hay nadie que pueda cuidar a su hijo. ¿Qué se supone que debe hacer, irse y dejarlo solo todo el día? Pregunta ella.

La escuela virtual está probando los límites de las familias de todas las formas y tamaños, mientras ellas tratan de hacer malabares con los roles de trabajadores, maestros y padres. Pero muchos están siendo probados como padres solteros que no pueden permitirse no ir a sus trabajos esenciales cada mañana. Muchos están enfrentando la decisión más difícil de sus vidas: priorizar la educación de sus hijos y sobrevivir sin sus ingresos habituales o elegir sus trabajos para pagar las facturas.

Aproximadamente uno de cada seis padres en los Estados Unidos está criando solo a un hijo. Muchos están cuidando a más de uno: Una cuarta parte de los niños del país viven con un padre soltero. Entre los niños negros, aproximadamente uno de dos.

“Los padres ya tenían dificultades antes, y el Área de la Bahía es tan cara para vivir que es necesario tener dos padres que trabajan,” dijo Julianne Rositas, gerente de un programa de asesoramiento para padres en Family Paths, una organización sin fines de lucro con base en Oakland que atiende familias en cinco idiomas.

Más de 8 millones de californianos han presentado reclamos de desempleo desde marzo y, a medida que la pandemia sigue eliminando puestos de trabajo, los hogares con dos ingresos son cada vez menos frecuentes. Rositas recordó a dos madres solteras que eran compañeras de habitación. Una perdió su trabajo, y la otra era una trabajadora esencial que no podía decidir si pagar el alquiler o los servicios públicos. Sin Internet, las madres lo sabían, no hay escuela.

Se necesita mucho para que la escuela virtual funcione.

“Actualmente lo que está sucediendo es que los maestros tienen que resumir el programa de estudios a los padres para que ellos puedan enseñarlo.”

DANIEL CASTRILLON, INSTRUCTOR VIRTUAL 

“Imagina tener cinco años e intentar hacer un Zoom por ti mismo. Es imposible,” dijo Aponi O’Keefe, un estudiante de diseño gráfico que se dedicó a la enseñanza en cápsulas durante la pandemia. “Necesitas supervisión constante, alguien que instruya acerca de los recreos, la hora del almuerzo, la hora de jugar, un cronograma de algún tipo que se asemeje a un día de escuela.”

Incluso a aquellos que tienen el lujo de trabajar desde sus casas les resulta difícil. Muchos están haciendo el trabajo pendiente luego de acostar a los niños. Otros se esfuerzan por ayudar con los cursos académicos que aprendieron hace décadas, que ahora se enseñan a través de aplicaciones y juegos. Para los inmigrantes de primera generación como Jimenez, significa enseñar un idioma que ellos nunca han estudiado. Ella traduce la tarea de Abraham con una aplicación del celular cada vez que ella quiere ayudar.

“Actualmente lo que está sucediendo es que los maestros tienen que resumir el programa de estudios a los padres para que ellos puedan enseñarlo,” dijo Daniel Castrillon, un instructor de escuela virtual de 20 años en Berkeley. 

Tutores y educadores que trabajan por su cuenta dicen que docenas de padres en el Área de la Bahía que están buscando ayuda con la escuela virtual han respondido a cada uno de sus avisos en línea. “Algunos padres han optado por no participar y han elegido enviarlos a campamentos o cápsulas de aprendizaje externas,” dijo Christine Chen, directora de una compañía de software, madre de dos hijos y jefa de comunicaciones de Golden Gate Moms, un grupo social de 4,000 madres del Área de la Bahía. 

“Entiendo perfectamente por qué las escuelas son en línea, pero no entiendo cómo se espera que los padres solteros – o cualquier padre – actualmente trabajen y sean maestros de sus hijos,” dijo Kathryn Reeve, estudiante de maestría en San Francisco State University y tutora a tiempo parcial desde marzo. “Definitivamente hay una división entre las familias que tienen recursos y más espacio y pueden contratar.”

Castrillon dijo que él supervisa a un pequeño niño cuya madre — madre soltera — trabaja como ingeniera en sistemas. El niño también tiene un tutor que se especializa en temas académicos específicos, mientras que el trabajo del tutor incluye la supervisión de las clases virtuales y ayudarle con las tareas escolares de 10 a.m. a 2 p.m. cinco días a la semana.   

Jimenez no puede pagar tutores, guardería ni a nadie que observe a Abraham durante sus horarios de clase, que puede costar en cualquier lado desde $25 a $100 por hora.

Para tener “un nivel vida modesto pero adecuado,” el Instituto de Política Económica estima que una madre como Jimenez necesitaría ganar $8,221 por mes, o $98,652 por año. Ella ahora gana $400 por mes trabajando en un turno los viernes, gracias a la escuela de Abraham que está libre la mayor parte del día para poder dejarlo con un primo que aceptó observarlo ocasionalmente. Con los $100 que gana por semana, Jimenez tiene que pagar la comida, el gas, Internet y los útiles escolares para la semana. Con frecuencia tiene que reducir la comida y se retrasa varios meses en su factura de PG&E.

“Me fijo cómo debería gastar cada dólar que gano,” dijo ella. “Antes era el dólar, ahora es cada centavo.”

“La COVID-19 me tiene tomada del cuello.”

ALMA JIMENEZ, MADRE SOLTERA

El salón de clases de Abraham está en la sala de estar, que se convierte en la habitación de Jimenez. En las paredes están algunos de los dibujos de Abraham.  “Quiero ser Youtuber,” dice en uno.

Jimenez no ha podido pagar sus $1,420 de renta desde mayo, cuando la empresa de limpieza para la que trabaja perdió a todos los clientes menos dos. A fines del verano, dijo ella, el trabajo comenzó a repuntar, pero comenzó la escuela virtual. Aunque algunas escuelas primarias del Área de la Bahía presentaron con éxito una solicitud para volver a la escuela presencial, Jimenez dijo que Abraham no ha hablado sobre planes de apertura. Ella se está preparando para la escuela virtual de un año de duración.

“Debes elegir. No puedo pagar mi renta, pero a mi hijo le está yendo bien,” dijo Jimenez. “La educación es prioridad.”

Jimenez ha obtenido algo de ayuda: un cheque de $500 del proyecto Asistencia de Socorro en caso de Desastres para Inmigrantes, y el mismo monto de parte de Monument Impact, una organización sin fines de lucro que atiende a comunidades de bajos recursos y de inmigrantes en Concord. Ella también recibió un incentivo por única vez de $365 para alimentos del programa para niños con derecho a comidas escolares gratuitas o a precio reducido.  Pero la ayuda se ha agotado.

Ella y su hijo actualmente tienen hogar gracias a la moratoria de desalojo local de Contra Costa, que fue prorrogada hasta el 31 de enero. Jimenez empezó una página GoFundMe buscando ayuda y ha estado estudiando contabilidad y administración en línea. A este paso, pasará a ser una contadora fiscal independiente en enero — un trabajo que puede hacer desde su casa. El problema será tener hogar hasta entonces.

A menudo es demasiado para una madre, dijo Jimenez. “Se siente como si yo sola estuviera cargando el mundo entero.”

Este artículo forma parte de The California Divide, una colaboración entre las salas de redacción para evaluar la desigualdad de los ingresos y la supervivencia económica en California.


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